jueves, 10 de mayo de 2007

PRÓLOGO. POR NUESTROS AMIGOS PEREGRINOS PACA Y SALVA

El Camino de Santiago está de moda. Sólo algún peregrino religioso lo transitaba hace dos décadas. Hoy lo recorre una muchedumbre muy variada. El Camino tiene éxito.

¿Qué razones hay para ese éxito? Probablemente, los cambios que la vida ha tenido en nuestro país en los últimos veinte años dan motivos válidos a la gente para ponerse en camino. Parece que hemos llegado a ser más prósperos, más ricos, pero también más precavidos, más monótonos. Nuestras vidas son predecibles. Nos gusta tenerlo todo asegurado. Casi todos vivimos en ciudades. Frente a esto, el Camino nos hace su oferta: salir de la rutina, romper el círculo vicioso de nuestras vidas, buscar lo inesperado, endurecer el cuerpo, recuperar el contacto con la naturaleza, hacer un meritoriaje espiritual o filosófico si se desea, hacer turismo a pie, intentar poner orden en nuestras vidas, disfrutar de la soledad, hacer nuevas amistades, compartir otro tipo de vivencias, conocer gente, dejarnos llevar por lo que venga, vivir momento a momento ... y, sobre todo, no saber qué va a pasar cada día. ¿Quién sabe lo que mueve a cada caminante? Cada uno puede tener sus motivos o irlos encontrado por el camino. Da lo mismo, pero a todos nos agrada poner un poco de imprevisión y novedad en nuestro tiempo libre.

Poner un pie tras otro sobre los caminos sobados nos devuelve a lo simple. El paso a paso no es velocidad ni requiere atención y los problemas imaginados se esfuman con la cadencia del andar. Descubrimos que la vida nos ha convertido en unos pobrecitos seres precavidos. Vivimos en un mundo donde continuamente nos dicen lo “complicado” que es todo, desde que amanece hasta que anochece: el tráfico es complicado, el aparcar es complicado, el llevar a un hijo al médico es complicado, el viajar es complicado, el cuidar a un anciano es complicado, el divertirse es complicado, el fin de semana va a ser muy complicado, el tiempo se presenta complicadísimo... sin mencionar, por ejemplo, el encontrar un fontanero en domingo, que eso sí que excede todas las cotas de la complicación. ¿Nos estaremos convirtiendo en lelos?, ¿Cómo es posible que cuando mejor creemos vivir, todo sea cada vez más “complicado”? Algo falla. Así que puede que una clave para el éxito del Camino sea que en él no hay problemas. El día que el Camino comience a ser “complicado” dejará de ser atractivo.

Por otro lado, y una vez en marcha, enseguida comprobamos que el pilotar durante unas semanas el vehículo de nuestro cuerpo nos da ese sentimiento de libertad que invariablemente nos promete por la tele la publicidad del último modelo de automóvil. Si además nos hemos preparado con un mesecito o dos de caminatas antes de salir, pues resulta que el pilotaje de nuestra masa muscular y visceral se convierte en una sensación placentera para nuestra propia sorpresa. ¡Pero bueno, yo no sabía que tenía este cuerpazo! ¡Mari Puri, hoy no sé si podré dominar este monstruo!

A la incertidumbre que precede a la salida, le sigue casi de inmediato un sentimiento de liberación. La culminación de la primera etapa es una gran alegría (sobre todo si es la de Roncesvalles a Larrasoaña). Una gran victoria sí, pero, ¿serán así todas las etapas?, pensamos con temor. El día a día nos va dando moral. Cada etapa, lejos de agotarnos, nos fortalece más. Cada día más felices con nuestra nueva vida. En este sentido, la llegada a Santiago es inevitablemente triste. Llegar es abandonar. ¡Con lo bien que estábamos!

Su éxito, asimismo, hace que el Camino esté muy concurrido, y donde hay muchedumbre hay negocio y donde hay negocio hay pícaros: los falsos caminantes que duermen de balde a diario a cambio de caminar con mochila desde la parada del autobús más próxima al albergue; los espabilados conductores de coches de apoyo que dejan las mochilas a la puerta de los albergues como si los caminantes hubiesen llegado ya para que estos tengan derecho a cama; los hosteleros que abusan al saberse únicos; los que a la bazofia que dan le llaman menú del peregrino; los albergueros tunantes que cobran lo que debiera ser gratis pues gozan de subvención; los que desvían a los caminantes para que pasen frente a sus negocios; los albergueros que llenan a las 10 de la mañana aunque sea con ciclistas… en fin, los que engañan y los que fingen. Punto y aparte los maleducados.

Sin embargo, la picaresca también le da un punto humano a tanto ideal y a tanta búsqueda. Así, la mezcla entre el punto de vista elevado, generoso y, a veces, algo místico del verdadero caminante y las chapuzas burlonas con que se puede encontrar le colocan en ese equilibrio que se llama realidad. No viene mal recordar en este año de aniversarios cervantinos que El Quijote, compendio de altruismo y picaresca es, al fin y al cabo, también un libro de viajes.

El diario de Pilar y Pedro muestra cómo las nociones del tiempo y del espacio no son en la peregrinación como habitualmente se viven. Ambas cosas se perciben de otro modo en un viaje de este tipo. Sus miedos, sus incertidumbres y sus emociones van y vienen en cada una de las etapas. Tienen tiempo para todo: lo poético, lo romántico, lo filosófico, lo interior, lo apasionado, lo triste...

Enhorabuena por vuestra peregrinación y gracias por vuestro relato. Quienes hayan hecho a pie el Camino de Santiago desde Roncesvalles os entenderán muy bien.

Con cariño.

Paca y Salva.
(Peregrinos del Camino de Santiago y la Vía de la Plata)

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