jueves, 10 de mayo de 2007

INTRODUCCION A LA VERSION BLOG DE "NADA ES AZAR"

Hola peregrino, hola peregrina. Bienvenidos.

Si has llegado hasta aquí es porque algo dentro te pide saber sobre el Camino de las Estrellas. Así que te felicito porque ese es el primer paso que todo peregrino anda.

Aquí podrás encontrar una personalísima visión del Camino, en su recorrido entre Roncesvalles y Santiago de Compostela, andado por mi mujer y por mí en el mes de abril del año 2004. No tiene el relato ánimo ninguno de ser una guía, ni recomienda o desaconseja nada. Es una crónica jacobea que cuenta lo que veíamos hacia afuera y hacia adentro durante ese mes largo de peregrinación. Más subjetividad, imposible.

El blog está estructurado a jornada por entrada, siendo las fechas de la entrada las de la subida a la web; las que se corresponden a las jornadas de Camino se expresan en el cuerpo del texto, y corresponden todas al año 2004.Esta precisión es necesaria porque puede resultar confuso que antes del título del capítulo aparezca una fecha (la del nuevo "topic" en el blog) y dentro del texto otra, del año 2004.

Aclarado este punto, que considero importante para mejorar el manejo del blog, sólo me queda desearte que disfrutes de estas experiencias y prometerte que contestaré cualquier comentario que quieras hacer que, como sabes, es posible mediante un enlace al pie de cada capítulo.

Gracias por entrar.

Mucha suerte y Buen Camino.

PRÓLOGO. POR NUESTROS AMIGOS PEREGRINOS PACA Y SALVA

El Camino de Santiago está de moda. Sólo algún peregrino religioso lo transitaba hace dos décadas. Hoy lo recorre una muchedumbre muy variada. El Camino tiene éxito.

¿Qué razones hay para ese éxito? Probablemente, los cambios que la vida ha tenido en nuestro país en los últimos veinte años dan motivos válidos a la gente para ponerse en camino. Parece que hemos llegado a ser más prósperos, más ricos, pero también más precavidos, más monótonos. Nuestras vidas son predecibles. Nos gusta tenerlo todo asegurado. Casi todos vivimos en ciudades. Frente a esto, el Camino nos hace su oferta: salir de la rutina, romper el círculo vicioso de nuestras vidas, buscar lo inesperado, endurecer el cuerpo, recuperar el contacto con la naturaleza, hacer un meritoriaje espiritual o filosófico si se desea, hacer turismo a pie, intentar poner orden en nuestras vidas, disfrutar de la soledad, hacer nuevas amistades, compartir otro tipo de vivencias, conocer gente, dejarnos llevar por lo que venga, vivir momento a momento ... y, sobre todo, no saber qué va a pasar cada día. ¿Quién sabe lo que mueve a cada caminante? Cada uno puede tener sus motivos o irlos encontrado por el camino. Da lo mismo, pero a todos nos agrada poner un poco de imprevisión y novedad en nuestro tiempo libre.

Poner un pie tras otro sobre los caminos sobados nos devuelve a lo simple. El paso a paso no es velocidad ni requiere atención y los problemas imaginados se esfuman con la cadencia del andar. Descubrimos que la vida nos ha convertido en unos pobrecitos seres precavidos. Vivimos en un mundo donde continuamente nos dicen lo “complicado” que es todo, desde que amanece hasta que anochece: el tráfico es complicado, el aparcar es complicado, el llevar a un hijo al médico es complicado, el viajar es complicado, el cuidar a un anciano es complicado, el divertirse es complicado, el fin de semana va a ser muy complicado, el tiempo se presenta complicadísimo... sin mencionar, por ejemplo, el encontrar un fontanero en domingo, que eso sí que excede todas las cotas de la complicación. ¿Nos estaremos convirtiendo en lelos?, ¿Cómo es posible que cuando mejor creemos vivir, todo sea cada vez más “complicado”? Algo falla. Así que puede que una clave para el éxito del Camino sea que en él no hay problemas. El día que el Camino comience a ser “complicado” dejará de ser atractivo.

Por otro lado, y una vez en marcha, enseguida comprobamos que el pilotar durante unas semanas el vehículo de nuestro cuerpo nos da ese sentimiento de libertad que invariablemente nos promete por la tele la publicidad del último modelo de automóvil. Si además nos hemos preparado con un mesecito o dos de caminatas antes de salir, pues resulta que el pilotaje de nuestra masa muscular y visceral se convierte en una sensación placentera para nuestra propia sorpresa. ¡Pero bueno, yo no sabía que tenía este cuerpazo! ¡Mari Puri, hoy no sé si podré dominar este monstruo!

A la incertidumbre que precede a la salida, le sigue casi de inmediato un sentimiento de liberación. La culminación de la primera etapa es una gran alegría (sobre todo si es la de Roncesvalles a Larrasoaña). Una gran victoria sí, pero, ¿serán así todas las etapas?, pensamos con temor. El día a día nos va dando moral. Cada etapa, lejos de agotarnos, nos fortalece más. Cada día más felices con nuestra nueva vida. En este sentido, la llegada a Santiago es inevitablemente triste. Llegar es abandonar. ¡Con lo bien que estábamos!

Su éxito, asimismo, hace que el Camino esté muy concurrido, y donde hay muchedumbre hay negocio y donde hay negocio hay pícaros: los falsos caminantes que duermen de balde a diario a cambio de caminar con mochila desde la parada del autobús más próxima al albergue; los espabilados conductores de coches de apoyo que dejan las mochilas a la puerta de los albergues como si los caminantes hubiesen llegado ya para que estos tengan derecho a cama; los hosteleros que abusan al saberse únicos; los que a la bazofia que dan le llaman menú del peregrino; los albergueros tunantes que cobran lo que debiera ser gratis pues gozan de subvención; los que desvían a los caminantes para que pasen frente a sus negocios; los albergueros que llenan a las 10 de la mañana aunque sea con ciclistas… en fin, los que engañan y los que fingen. Punto y aparte los maleducados.

Sin embargo, la picaresca también le da un punto humano a tanto ideal y a tanta búsqueda. Así, la mezcla entre el punto de vista elevado, generoso y, a veces, algo místico del verdadero caminante y las chapuzas burlonas con que se puede encontrar le colocan en ese equilibrio que se llama realidad. No viene mal recordar en este año de aniversarios cervantinos que El Quijote, compendio de altruismo y picaresca es, al fin y al cabo, también un libro de viajes.

El diario de Pilar y Pedro muestra cómo las nociones del tiempo y del espacio no son en la peregrinación como habitualmente se viven. Ambas cosas se perciben de otro modo en un viaje de este tipo. Sus miedos, sus incertidumbres y sus emociones van y vienen en cada una de las etapas. Tienen tiempo para todo: lo poético, lo romántico, lo filosófico, lo interior, lo apasionado, lo triste...

Enhorabuena por vuestra peregrinación y gracias por vuestro relato. Quienes hayan hecho a pie el Camino de Santiago desde Roncesvalles os entenderán muy bien.

Con cariño.

Paca y Salva.
(Peregrinos del Camino de Santiago y la Vía de la Plata)

SALUDO

Lejos, luz, amor y tierra.
Lo que el Camino te da,
es donde el Camino te lleva;
si callas, Santiago te habla
y su eco responde a tu plegaria.

Es final, llegada y destino,
de un viaje que comienza
cuando terminas tu Camino.

Andar. Esto es. Ir, avanzar, ver, oír, tocar, oler... cielo y vino.
Sentir, almear.

¿Qué tal desde Roncesvalles hasta Santiago? Bien, inmejorable.
De andarín a peregrino, Santiago está de Camino.
Camino, peregrino y vino, rima nada casual.
Y después, ya nunca parar, y siempre querer seguir,
y también, claro, querer siempre volver.

LAS INCERTIDUMBRES

EN CASA
27 de marzo



A mediodía del sábado 27 de marzo de 2004, víspera de la partida a Pamplona para nuestra iniciación jacobea, la expectación supera cualquier sentimiento de aventura; tampoco me vence el nerviosismo por las muchas incertidumbres que se suscitan. Me siento a la vez intrigado e inquieto, con la sensación de tener que descubrir cosas indescriptibles. Ya veremos.

Hace más de dos semanas que apenas hemos recabado nuevos datos sobre el Camino de Santiago, ya tenemos suficiente, estoy seguro de que la sobreinformación condicionará la manera de percibir lo que haya de ser percibido.

Hay incógnitas, y la que más preocupa es, a ratos, la resistencia física; en otros ratos, el clima. Toda esta semana ha habido temporal en el tercio norte; mientras esto escribo me siento un poco cobarde, y trato de pensar en cómo se peregrinaba antaño, muy antaño, y al hacerlo me doy cuenta de que quizás los albergues o pensiones y hostales que ahora hay, con todas sus comodidades, no sean ni por asomo lugares tan cálidos como tantos y tantos hospitales, parroquias y refugios de peregrinos que conformaron el Camino de Santiago, hace siglos, cuando lo poco que tenía el peregrino era mucho más que todo aquello de lo que ahora dispone. ¿Será el espíritu que movía aquellas piernas el mismo que moverá las nuestras durante el próximo mes? Ojalá.

Nos sentimos, sin haber preparado aún el petate, más cerca de Santiago de Compostela que de cualquier otro sitio, incluido este, nuestra casa, aun teniendo por delante casi 800 kilómetros que han de ser andados.

TODO LLEGA

ETAPA 0

28.03. MAJADAHONDA-PAMPLONA



Nos hemos levantado pronto, por los nervios, como cuando vienen los Reyes Magos, y enseguida nos hemos puesto a organizarlo todo. Los macutos han quedado listos al momento, y hemos ponderado que su peso era el correcto: claro, llevamos lo justo y necesario… (¡Qué soberbia la nuestra!, comprobaremos unos días después).

Hemos estado un rato en la calle esperando a Luis, que nos llevará a Atocha, donde tomaremos el tren a Pamplona. Nieva, y bajo la nieve elegimos estar sin decir nada, sin decirnos nada: toca mismidad, toca pensar en la fuerza de las piernas y en la del alma. ¿Será la nieve quien nos lo diga? Quiere hablar; afinamos el oído, pero no logramos descifrar el susurro.

Llega Luis. Nos parece una eternidad el rato que hemos estado esperando, y vamos nerviosos en el coche. Al bajar, Luis nos hace una foto, con nuestro atuendo peregrino, a la entrada de la estación. Qué foto más típica, y qué necesaria.

Antes de subir al tren hemos picado algo, aunque es pronto; tenemos el biorritmo trastocado por la emoción del viaje y por el cambio al horario de verano… Qué paradoja, horario de verano, con la que está cayendo en media España.

Subimos al tren con un buen chute de ansiedad, no podemos esperar, queremos estar en marcha, cada minuto es inacabable; apenas nos hemos sentado en los asientos 5A y 5B del coche 7 del Alaris de las 14,10 Madrid-Pamplona, decidimos enviar un mensaje a familia y amigos para participarles nuestra ilusión infinita en este inicio. Les decimos que el tren acaba de arrancar, y que nos sentimos muy peregrinos. Todos contestan con emoción compartida y cariño correspondido.

No ha recorrido el tren un kilómetro y ya casi hemos dejado atrás las preocupaciones de nuestra vida habitual… ojalá pudiera decir que lo habitual es lo contrario de lo que ahora dejamos atrás. ¿Despedida vital? Me lo pregunto pero no me lo contesto.

El viaje pasa rápido. Estábamos cansados y no nos ha resultado difícil echar varios duermevelas durante el trayecto. Mucha nieve; mucha más según alcanzamos el norte, y muchísima a la altura de Soria. Si seguimos así el Camino estará impracticable en Pirineos. Sin embargo, al entrar en Aragón la nieve ha desaparecido, y ya en Navarra apenas vemos unos copos. Esto nos tranquiliza, aunque no sabemos por qué haya de inquietarnos la nieve; y este pensamiento, al punto, me desazona. Luego pienso que tenemos por delante unos cuantos días para perder las inercias y los miedos absurdos propios de la vida moderna. Entonces sólo tendremos mente y corazón para lo que haya por delante. ¿Será tanto como creemos?

Al bajar del tren, y sin saber por qué, miramos a derecha e izquierda. Más tarde supe qué mirábamos, a quién buscábamos… buscamos a quien nos hubiese de buscar: peregrinos que hubieran compartido viaje con nosotros y compartieran entonces andén. Ninguno vimos.

La gente nos mira como diciendo: “adónde irán estos con la que está cayendo”. Nos vemos reflejados en los ventanales del vestíbulo de la estación y no nos reconocemos así vestidos, habrá que acostumbrarse. Salimos rápido y andamos alrededor de una hora hasta el hotel donde dormiremos la víspera de la llegada a Roncesvalles. Andando, y no de otra manera, es como debemos ir. No nos vemos en un autobús o en un taxi, y esto quizás sea una señal.

Apenas nos registramos salimos a dar un paseo por Pamplona. Buscamos el albergue de peregrinos, adyacente a la Iglesia de San Saturnino, pues conociendo su situación podremos sellar nuestra credencial el día 31, cuando volvamos a pasar por la ciudad, pero a pie. El albergue está cerrado, y remite a los peregrinos al refugio de Cizur el Menor, a casi 5 kilómetros. Esto contraría a bastantes de ellos que llegan cansados a esas horas, las siete y media de la tarde, después de haber andado todo el día, y se ven obligados a afrontar otro trecho bajo la lluvia o bien a conseguir un alojamiento alternativo. Todos pasan de largo en silencio, superando el obstáculo sin protestas, sin lamentos, sin más. Si hay que seguir, se sigue. Este primer contacto visual nos estremece un poco e incluso nos asusta, vemos rostros cansadísimos, que asoman un enorme sacrificio por haber llegado hasta aquí.

Nos reponemos del impacto con unos pinchos en las tascas de la calle Estafeta, estupendos, y a las 9 estamos en el hotel, vencidos por las tensiones propias de toda jornada previa. Mañana decidiremos si esperamos hasta las seis de la tarde para tomar el autobús a Roncesvalles o subimos en taxi antes del mediodía.

El cuerpo y el corazón nos piden Camino. Es más que una sensación. Es para lo que hemos venido. ¿Qué tiene el Camino de Santiago que tanto llama? Quien lo sepa, que lo diga (si se atreve). No creo que pueda saberlo ni cuando acabemos, si es que lo logramos; acaso no sea importante el terminarlo, sino el andarlo; acaso el final no sea sino un principio, como este principio se me antoja un inicio, más que un comienzo.

Por supuesto, la llegada a Santiago será un momento vital único, pero también la sucesión de hechos y vivencias que estamos a punto de iniciar… otra vez iniciar, introducir a alguien, introducirse uno, en una ciencia o materia. Hay quien dice que el Camino de Santiago es un viaje iniciático; es curioso que esto lo haya escuchado sólo de gente que no ha peregrinado; quien sí lo ha hecho nada dice al respecto. ¿Será la confirmación de que así es?: otra buena razón para comenzar a andar.

miércoles, 9 de mayo de 2007

EL PIRINEO ES NUESTRO

ETAPA 1. RONCESVALLES-LARRASOAÑA.

Roncesvalles – Burguete – Espinal – Viscarret – Linzoain – Erro – Zubiri – Larrasoaña

30 de marzo. 27,4 km.

Quedan: 747,1 km.



No se puede dormir bien, demasiadas incertidumbres tratan de amedrentar el corazón del peregrino y de entumecer sus piernas, imposible descansar como la jornada nos va a exigir. Los sueños son reales, muy vivos, nos sucede a los dos. No podemos dar ya más vueltas en la cama. Nos levantamos antes de que suene el despertador. Pese a que son las siete de la mañana, es aún noche cerrada; cosas del cambio al horario de verano, de nuevo la paradoja, de nuevo la nieve, la niebla… de nuevo forzar la mente a que se despoje de costumbres que creemos inamovibles, inercias pesadísimas… De nuevo otra vida, de nuevo nosotros tal y como, sin más, a las 7,52 horas, poniendo el pie en la calle, miramos atrás, adiós Colegiata, adiós Roncesvalles, “hasta luego”, dice Pilar. Pues eso, hasta luego.

Arranca el Camino, nuestro primer Camino de Santiago.

La mañana tiene problemas para imponer su presencia, la noche cuenta con poderosos aliados: niebla, lluvia, nieve… blanco el cielo, blanco el suelo y las copas de los árboles, blancos los arbustos, blanco el mismo aire que respiramos, niebla espesísima que da trabajo a los bordones, cuidado dónde pones el pie, mal estaría averiarnos en el primer kilómetro.

Como ya habíamos comprobado, es imposible abordar el Camino en su comienzo navarro, mucha nieve, aunque lo pisamos en sus primeros centímetros, exigimos un tributo de magia del que nos sentimos acreedores, allí estamos, parados, diminutos, dejando que el momento nos abrace, nos mezca y, finalmente, nos impela, carretera abajo, hacia Burguete, “ultreia et suseia”, nos viene a la mente, nos lo dijo ayer el cura. Así sea, amigo, ultreia et suseia, aquí y en toda partes, ahora y siempre.

La niebla deja paso a más lluvia, no importa, nada importa ahora, ¿ha de llover?: llueva pues. ¿Tiene que nevar?: hágase; llenamos los pulmones de aire del Pirineo, de aire del Camino, sentimos que nada más necesitaríamos para llegar a Santiago que este aire frío y húmedo, el Camino se convierte por unos momentos en una larguísima única etapa en la que no andamos, volamos, puedo ver el Obradoiro, casi lo toco... me despierta a la realidad del andar pasito a pasito, metro a metro, cuando coincidimos con nuestro primer compañero de Camino, tiene gracia que tan significado encuentro sea con un tipo tan peculiar.

No carga macuto, arrastra un carrito pequeño y ligero que lleva fijado a la cintura con un arnés rígido de varillas de aluminio. Está parado en una acera, fumando. Buenos días, “bos días”, allí se queda, ya nos iremos viendo; se detiene con frecuencia, pero cuando avanza lo hace muy muy deprisa, hablamos unos momentos con él, es brasileño y se llama Sergin, tiene el gesto de quien nunca en su vida ha visto nieve. Brasileño, con coche y a toda velocidad, no podemos por menos que bautizarlo como Ayrton Senna. Será, con los días, un amigo para siempre.

Desayunamos tres kilómetros después de la partida en Burguete (nadie en Roncesvalles da un café antes de las ocho y media de la mañana), allí está Paco, con Jorge, malagueño, veintidós años, nervioso, muy excitado, diría yo que hasta amedrentado por el calibre de la aventura. No se ha preparado físicamente, estrena unas enormes botas de montaña y carga un no menos aparatoso macuto. La verdad es que yo también estaría inquieto en su tesitura. ¿Existe la cara de circunstancias? Si, las nuestras mientras Jorge enumera estas dificultades que ha añadido a su viaje.

Alternaremos con él toda esta etapa, va como una moto; lo de la falta de entrenamiento, si ha de notarse, será mañana, o pasado mañana, porque no vemos que el chaval acuse la dureza de la etapa ni quejarse de su calzado, de sus ampollas o de sus agujetas. Estamos seguros de que no halla preocupación ni temor que le impidan andar, y entonces los problemas para andar no aparecen. Posiblemente así debe de ser casi siempre, y con todas las cosas de la vida.

Paco y Jorge se envuelven en sus ponchos de lluvia y salen, nosotros desayunamos deprisa y poco, apenas el café con leche, queremos andar, andar, andar.

Seguimos carretera abajo, atravesando pueblines, hay niños bajo los dinteles de las puertas de sus casas de piedra protegidos de la lluvia, acaso esperando el autobús escolar, deben de estar acostumbrados a ver pasar a los peregrinos; sin embargo, se quedan mirando a cada uno que pasa, “buenos días”, saludamos, “hola”, contestan con respeto y alegría gran número de ellos.

Piensan, quizás, que un día serán peregrinos, sucederá el día en que dejen de mirar y empiecen a andar, el día en que quieran saber qué hay más allá, en el Camino, cuando el Camino deja atrás sus casas y sus vidas pidan más.

Sigue el andar ladera abajo por el asfalto, bastante tráfico, algunos conductores, en su mayoría extranjeros, nos saludan, buscamos ya una flecha amarilla que nos conecte con el Camino, que nos interne en esa espesura montaraz de pinos, de hayas y de abedules que se nos antoja llena de secretos, es un regalo deseando ser abierto, deseando sorprender tanto o más como sorprendidos deseamos ser… demasiada nieve aún, pero pronto, muy pronto estaremos pisando el barro milenario que llevaremos en las suelas de nuestras botas hasta las losas desgastadas de la Catedral de Santiago.

Docenas de senderos nos invitan a adentrarnos en la montaña, paciencia, paciencia; vemos a lo lejos, como destellos que pugnan por surgir de la niebla, los impermeables de Paco de Almería y de Jorge de Málaga, chillones colores, naranja uno, amarillo el otro, vemos a Sergin detenido de nuevo, tocando la nieve, enseguida nos adelanta a toda velocidad y al poco alcanzamos a los andaluces, se han parado a charlar con los canarios, María y Antonio, hermanos, que están almorzando, nos saludamos todos y enseguida ellos cuatro siguen carretera abajo, nosotros nos ponemos las capas de agua y ya, ahora sí, no hay nieve, sólo lluvia y fango, Camino arriba, hacia Erro, desde Mezquiriz, despacito, cuidado con no resbalar, piedras, regatos, agua que era nieve hace un momento, nieve que deshiela deprisa, deprisa quiere ser río, el bosque aboveda el Camino, flecha amarilla, todo recto, flecha, izquierda, flecha, derecha, flecha, flecha flecha…Ya no abandonaremos el Camino nunca, estará con nosotros hasta el último paso de nuestras vidas.

Subir, subir, subir es lo que toca, hasta Erro, se hace duro, pero pueden nuestros corazones hacernos volar. Vemos, al rato, también hacia arriba, a los canarios, van despacito, conversando, cargados en exceso, nos parece, charlamos unos instantes con ellos antes de adelantarles camino arriba, les preguntamos por “naranja y limón” y entienden perfectamente que nos estamos refiriendo a Paco y a Jorge “siguieron un rato por carretera”. Quizás los veamos más tarde, en Zubiri, o en Larrasoaña. O mañana, o nunca más.

Pausa prolongada en el Alto de Erro, fuera botas, fuera calcetines, fuera capas de agua, almuerzo de frutos secos y chocolate, y mucha agua… Sin niebla debe de haber un panorama único de estos montes y esos valles, querrá Dios que no nos rompamos nada, que nos fijemos más en el suelo que pisamos que en el paisaje que se esconde en la bruma.

Hacemos recuento de kilómetros, no sabemos si son demasiados o son pocos, ¿hace mucho que salimos?, ¿hemos ido deprisa, despacio?, preguntas de peregrinos novatos y, como tales, ebrios de Camino, sobredosificados de emoción. Pasa la carretera junto a nosotros, no hace mucho pasábamos nosotros por ella y ahora nos parece que la carretera la acaban de poner, nos resulta extraña.

Pasa Sergin “Ayrton Senna”, pasan los canarios, nos preguntan cuánto queda para Zubiri, no sabemos, miramos el mapa, alivio compartido, ¡sólo cinco kilómetros y medio!, y son cuesta abajo, festejamos todos la noticia, esto está hecho, a Larrasoaña sólo quedan otros cinco, y lo duro ya ha pasado… ¡qué candidez de peregrino bisoño! La bajada a Zubiri es infernalmente peor que la subida a Erro o a Mezquiriz, pero es lo que hay, despacito que todo llega, Hay barro, rocas y pendiente, hay agua discurriendo por cada grieta, cientos de regatos, esta trocha es una dura prueba… traspiés, uuuyyyyyyyy, resbalón, aaayyyyyy, torcedura de tobillo, carajo!!…

Enseguida, Venta del Puerto, ruinas de un hospital de peregrinos, allí está parado Sergin, contemplando la significación del lugar ahora convertido en establo, vaya enclave maravilloso para un hospital de peregrinos, saludamos al brasileño, seguimos, enseguida nos adelanta, él volando y su carrito volando detrás sobre las rocas que emergen del suelo y amenazan con enviarnos a casa mañana mismo, deja el testimonio de su paso en el barro, líneas paralelas que son la huella de las ruedas del carrito.

Vaya bajada. Esto nos dicen Paco y Jorge –Naranja y Limón– que nos alcanzan llegando a Zubiri, Paco despotrica, si lo llega a saber sigue por carretera, pero bueno Paco, no hay prisa y esto es mucho más bonito, se le ve estresado pero enseguida se le pasa, no tarda en asumirlo, se relaja y disfruta, en Zubiri decidiremos si continuar hasta Larrasoaña o terminar allí la etapa.

Llegamos los cuatro enseguida a Zubiri, cruzamos el río Arga por el puente de La Rabia (a más de uno y de una les daba yo un paseo por este puente para comprobar si hace honor a su leyenda) y entramos en el bar Baserri, sedientos, hambrientos y cansados, enormes bocadillos de chistorra nos devuelven a la vida, Pilar y Jorge se ponen el calzado de descanso, pero pese a ello la decisión de continuar hasta Larrasoaña es unánime ¿¡Quién dijo miedo!?

Estamos terminando el bocadillo cuando entran un joven pelirrojo muy circunspecto, australiano, menos de treinta, acompañado de una mujer agotada, mallorquina, más de cuarenta, que dice haber sobrepasado sus posibilidades físicas, se queja de dolores variados, no sabe si podrá continuar. Nos da la sensación de que le falta un pelín de espíritu, que es como la inteligencia del alma, exactamente lo que aquí viene bien para durar en el empeño, En el cualquier caso, el haber elegido al australiano como compañero de viaje y tratar de seguir su ritmo es un tanto temerario, pues es peregrino curtido (es su tercer Camino) y consumado andarín a pesar del descomunal macuto que lleva, de más de quince kilos según nos informa sin que se lo lleguemos a preguntar; muy rápidos el australiano y su ocasional acompañante, nos han ganado una hora en el trayecto hasta aquí andado.

Recomendamos paciencia a la mallorquina, que parece preferir no ir sola. Allí los dejamos comiendo lentejas y bebiendo vino con gaseosa, después de sellar la credencial; nuestra primigenia idea es sellar sólo en los lugares donde pernoctamos, pero la camarera, frescor navarro donde los haya –seguro que esa sonrisa sabe a pacharán– nos lo ofrece y accedemos, nos hace ilusión.

Arrecia la lluvia, nos envolvemos en nuestros respectivos plásticos y cruzamos en sentido contrario el Puente de la Rabia para retomar la margen izquierda del Río Arga, que nos llevará hasta Larrasoaña. Paco decide ir por carretera, nos parece que anda presuroso por llegar no sabemos adónde, sus razones tendrá, así que vamos Pilar, Jorge y yo; es un bonito paseo vespertino, en poco más de una hora estamos en Larrasoaña, cruzando otro precioso puente (el de Los Bandidos), el Camino está lleno de puentes construidos ex profeso para los peregrinos, grandes pontoneros jalonan la historia jacobea como artífices del fundamental significado de su traza.

A las cinco de la tarde, nueve horas después de la salida, terminamos la primera etapa con gran paliza corporal y creciente excitación espiritual, nos sentimos peregrinos de arriba a abajo y de izquierda a derecha.

Acompaño a Jorge al albergue de la localidad, donde él dormirá, y aprovecho para sellar las credenciales; el refugio está regentado por el sin par ex alcalde de Larrasoaña y famoso personaje jacobeo Santiago Zubiri, quien nos recibe en su despacho con hospitalidad y cierta solemnidad, nos sella y rubrica la credencial y nos invita a escribir algo en su libro de firmas, “todo el que repite quiere leer lo que escribió el año anterior”, nos dice, y anotamos nuestros saludos mientras Zubiri nos da su tarjeta: “Santiago Zubiri. Amigo del Camino de Santiago”; “yo soy Santiago –dice–, pero no de Compostela, sino de “compóntelas como puedas”.

Allí nos despedimos de Jorge, confiando en caminar juntos también al día siguiente. No lo volvimos a ver. Pasarán los días y comprobaremos que se hacen amigos de una jornada, o de dos, y resulta extraño no ir junto a ellos ya para siempre, sobre todo cuando son los primeros compañeros de ruta, pero claro, cada uno lleva su ritmo. Y también el tiempo nos enseñará que hemos venido a andar sin demasiadas compañías; o sea, que es normal que perdamos de vista a Jorge. Nada es azar.

Sangalo, el propietario del café-bar-restaurante-pensión Larrasoaña nos acoge con cariño y un punto de caridad, tal debe de ser nuestro aspecto cuando entramos en el establecimiento, nos sentimos entrañablemente alojados, como en casa de un amigo, ducha y paseo para estirar los músculos y tendones y para evitar las agujetas de mañana, abre la tarde, sale el Sol, mañana hará buen día, vaticino, pasándome de listo, mientras volvemos a casa de Sangalo, Allí está Paco recién aseado, tomando un vino, tomamos un vino con él, charlamos con Sangalo, hablamos del Camino, claro, no podía ser de otra manera; cenamos pochas con verduras y a dormir antes de las diez.

Qué buen comienzo: esto promete… y parece que cumple.

sábado, 5 de mayo de 2007

NO ES LO MISMO LLEGAR ANDANDO

ETAPA 2. LARRASOAÑA-PAMPLONA

Larrasoaña – Akerreta – Zuriain – Zabaldika – Trinidad de Arre – Villava - Burlada – Pamplona

31 de marzo. 15,9 km.

Quedan: 719,7 km.

El pronosticado buen día amanece con chuzos de punta, truenos y centellas. No cabe duda, valgo para hombre del tiempo.

Sangalo nos tiene listo el desayuno, allí está Paco, medroso, viendo llover, a la gente del Sur le fastidia muchísimo la lluvia, con lo tonificante que resulta, está contrariado, se pone su capa color naranja chillón y dice que se va a Cizur por carretera, que no quiere más barro, nos emplazamos para cenar en Puente La Reina mañana por la noche, nosotros hoy nos quedamos en Pamplona. “Hasta mañana”, nos dice, “hasta siempre Paco”, contestamos a coro Pilar y yo, intuyendo con desazón que no lo volveríamos a ver, al menos en este Camino, él parece saberlo, hay despedida en sus ojos, afecto infinito en su abrazo, ¿adónde fuiste, Paco?, pasaron los días y te buscamos al final de cada etapa, entramos en los bares, preguntamos por ti en albergues y hostales, pero nada, al tercer día te perdimos la pista, queremos que sea un “hasta luego”, primer compañero, amigo peregrino, hemos compartido contigo los primeros metros del Camino, el primer vino, la primera cena, las primeras emociones, las primeras lágrimas...

Llueve mucho, terminamos de desayunar un punto tristes por la sensación de separación indeseada producida tras la marcha de Paco, Sangalo lo aprecia, no nos dice nada pero nos mira con cariño de abuelo; mira Sangalo hacia la calle, entra el australiano, entra la mallorquina, viene la pobre ya cansada, allí los dejamos desayunando; nosotros, capa en ristre y a andar, no rechazamos a nadie pero queremos ir solos, sin otra compañía que la de la naturaleza, que la del el río Arga, abundantísimo, apenas dando cauce a la nieve que más arriba se deshace demasiado rápido, en algunos tramos el río está a punto de desbordarse, ese agua que ahora pasa es la nieve que pisamos ayer en Roncesvalles; a la izquierda, vegetación profunda, un muro vegetal de helechos y zarzas devora los árboles, hayas y coníferas cubiertos de hiedra, flecha, adelante, flecha, derecha, flecha izquierda, flecha, flecha, flecha, agua en la bruma, agua en la lluvia y mucha, mucha agua en el Arga, tanta agua es mucha vida, mucha hermosura y más paz, tanta que no nos creemos que la naturaleza sea capaz ella sola de hacer todo esto.

Hemos visto a Paco a lo lejos, por la carretera, sabemos que es él por el fulgor de su impermeable, muy apropiado para caminar por los arcenes en días brumosos como estos, deprisa, deprisa, tiene prisa, definitivamente.

Las flechas nos alejan del río, qué lástima, es lo que toca, y allí está la malagueña, la vimos en la misa del peregrino, menuda, pizpireta y curiosa, ahora camina despacio, con un macuto literalmente más grande que ella, una bolsa de carrefour en la mano izquierda y un paraguas abierto en la derecha, además de la capa de agua y un gorro de lluvia de barbour, nos saludamos, continuamos, aprieta el paso para alcanzarnos, quiere un palique que no estamos en condiciones de proporcionar, se queda atrás.

A los pocos metros cruzamos la nacional camino de una poco empinada ascensión, descansamos y almorzamos antes de empezar a subir, y la malagueña no pasa, ¿se habrá partido por la mitad? Atrás la vemos, enfilando la carretera, camino de Pamplona.

Esta etapa es corta, pero acusamos el cansancio, la paliza de ayer, sobre todo Pilar, menos entrenada, paramos a menudo, las veces que haga falta, cada pendiente se le antoja el Himalaya, despacito llegamos a Trinidad de Arre, de nuevo el Arga, de nuevo un puente medieval para el Camino, excepcional, con la Basílica a sus pies, donde se enclava el refugio de peregrinos.

Despacito seguimos por Villava, busco a Induráin, pero no lo veo, ya no dejaremos calles y carreteras hasta el final de la etapa, pero aún queda un buen paseo, no hay prisa, vamos llenos de barro, otra vez el barro, un paisano que se cruza con nosotros nos desea “buen Camino”, qué ilusión, es la primera vez que lo oímos, nos anima, aligera nuestros pies, andamos un poquito más felices, Burlada llega y buscamos un bar para tomar un refresco, el primero que vemos, pues adentro, es una herriko taberna cuyo aire densificado por el humo del hachís relaja a todo el que entra, dos cañas, unas fotos y a seguir, con risa floja de porreros, despacito, Pamplona esta ahí, Portal de Francia, Navarrería, despacito, Pilar agotada, ya estamos en el hotel, el mismo de nuestra llegada hace dos días.

Le sorprende a la chica de la recepción volver a vernos, esta vez venimos andando, nuestro aspecto es bastante más lamentable que la última vez que estuvimos aquí, nos acribilla a preguntas mientras nos acompaña a la habitación. Relajada ducha y a comer, ya es tarde, apenas unos pinchos antes de subir a descansar, masaje en los pies, masaje en las piernas, todo huele a alcohol de romero, es un aroma que me llevo a los sueños de mi siesta.

Damos un paseo por Pamplona, otra vez, ¡qué bonita, Pamplona!, cenamos, también, unos pinchos. A las 21,30, durmiendo.