martes, 1 de mayo de 2007

CASI, CASI, GALICIA

ETAPA 24. PONFERRADA – PEREJE

Ponferrada – Columbrianos – Fuentes Nuevas - Camponaraya – Cacabelos – Villafranca del Bierzo – Pereje

22 de abril. 27,4 km.

Quedan: 205,2 km.

Ya termina León, lo que quiere decir muchas cosas que me costará enumerar, describir o narrar, Quizás el tiempo que pase a partir de ahora pueda ayudarme a comprender; pero significa también que mañana pisaremos Galicia y en pocos días, si Dios quiere, estaremos terminando (o continuando, o simplemente empezando, según se mire) la peregrinación. Hemos debido de andar hasta hoy algo menos de seiscientos kilómetros, y apenas soy capaz de recordar lo vivido; es extraño. Lo que pasó ayer lo siento en un pasado más lejano; lo de la semana anterior es la prehistoria. Y el momento de salir de casa se me antoja perteneciente a otra vida, a lo mejor porque esto de andar y andar en silencio y sin demasiadas compañías sea un poco reencarnación. ¿Somos distintos a como éramos?

Visitamos dos iglesias antes de emprender la larga salida de la templaria Ponferrada, que se prolonga aún más porque los primeros pueblos se suceden en la ruta sin solución de continuidad, y es así casi hasta Camponaraya, y para entonces ya ha caído una veintena de kilómetros. A partir de este punto recuperamos El Bierzo en su máxima expresión, suaves lomas, cuidadísimos viñedos y, de cuando en cuando, bosques frondosos, y esto vuelve a parecer otros lugares, tal que La Rioja en unos momentos y Navarra en otros. Es muy bonito. Viviría aquí.

Vemos hoy pocos peregrinos. No lo entendemos. Ayer casi íbamos todos en procesión.

Poco antes de llegar a Cacabelos (donde tenemos la firme intención de almorzar, como mandan los cánones) hablamos unos instantes con un labrador que trabaja unas viñas aledañas al Camino, “buen vino dan estas uvas”, le digo, “muy buen vino, si –responde– allí tenéis mucho”; “allí” es Cacabelos, que está al cruzar esa carretera, y llegamos y nos encanta el lugar, pero no tenemos suerte con el almuerzo. La Moncloa, cerrado, se conoce que hoy Prada no está tan a Tope, y vamos de tasca en tasca, de mesón en mesón, y no nos atienden, deben de tener mucho lío o parecemos atracadores u olemos mal. No sabemos qué pasa, es una rareza jacobea como otras que han sucedido y las que queden por llegar. No quiso el de arriba que perdiésemos el tiempo aquí. Un refresco en un bar, a la salida, cerca del precioso molino de agua que muestra la enfilada hacia Villafranca del Bierzo, y a andar.

Hasta Villafranca son casi ocho kilómetros más, y nos sentimos algo cansados. No nos duele nada (tocamos madera), pero la ruta se ondula un poquito más que hasta ahora, arriba y abajo, y las piernas se quejan. Ralentizamos el paso y disfrutamos mucho de este paisaje. ¿Por qué será que nos llena mucho más la naturaleza que la arquitectura y el arte del Camino? Acaso el alma necesite, como el cuerpo, aire puro, cielos límpidos y un perenne horizonte ante los ojos… o bien se trata de que el alma se vea afecta también a procesos metabólicos; quizás el alma sea una víscera, O, quién sabe, a lo mejor el cuerpo esté compuesto más por éter que por carne y huesos… Y por eso las enfermedades del alma hacen daño al cuerpo, así como la felicidad, que es la del alma, es muy beneficiosa para el cuerpo, que se armoniza en todo y parece que funciona mejor.

La llegada a Villafranca del Bierzo, última localidad importante de esta comarca impresiona, porque se entra desde lo alto hacia la vaguada donde habita, y sus campanarios y casas altas saludan al peregrino y le invitan a quedarse. Esto es la “pequeña Compostela”: el paso de la Puerta del Perdón, en la iglesia de Santiago, proporciona a los peregrinos que no pueden continuar (por agotamiento, lesión o enfermedad) los mismos beneficios religiosos que se obtienen con la llegada a Santiago. No es, desde luego, un mal sitio donde terminar una peregrinación cuando el cuerpo se niega a continuar.

Sellamos las credenciales en el albergue, puesto que teníamos previsto quedarnos a dormir aquí, pero comemos tan bien, tan reponedoramente, que decidimos continuar hasta Pereje. Son cinco kilómetros que nos vendrán estupendamente para hacer la digestión, y que restaremos a la dura jornada de mañana, pues toca el temido ascenso a O Cebreiro.

Paseamos un ratito por el pueblo antes de continuar, y vemos a Shintaro, nos hacemos unas fotos con él y él con nosotros, y nos citamos para mañana, en Cebreiro, y tomar unos chismes y charlar. Ya no anda junto con su compañero americano, se tomó jornada de descanso y no llegará aquí hasta mañana.

Reemprendemos la marcha después del almuerzo, y, claro, nos sentimos muy felices en la ascensión hacia Galicia; miramos atrás otra vez sin convertirnos en estatuas de sal y nos despedimos de Villafranca del Bierzo. Volveremos: a El Bierzo, por supuesto, y a Villafranca, por supuestísimo.

Nos hacemos unas fotos en la salida de la Villa, sobre el puente de baranda metálica que franquea el río Burbia, y comenzamos un suave pero constante ascenso hasta llegar a Pereje. Dejamos la ruta de mañana, en la que llegamos a Galicia, en veintitrés kilómetros, distancia más asequible por razón del perfil de la etapa. Veremos si es tan fiero el Cebreiro como lo pintan.

La subida hacia Piedrafita –que es el nombre del puerto que conduce por carretera a nuestro final de etapa– se concreta por un andadero junto a la N-VI, sin apenas tráfico desde la puesta en servicio de la Autovía del Noroeste. Así andamos, junto al río Valcarce (al que acompañaremos ahora, y también mañana, un buen trecho) y bajo los enormes viaductos de la autovía, nos estremece el ruido de camiones y autobuses al pasar por las juntas de dilatación, son sordas explosiones amplificadas por el eco del propio puente resonando en el valle.

Antes de darnos cuenta hemos llegado a Pereje –final de etapa– pequeña aldea aledaña a la carretera; dormiremos en una casa rural muy nueva, atendida con esmero, ilusión y voluntad de servicio por una familia joven: padre, madre, hijo e hija. El sitio está muy bien. Ducha, masaje y bajamos al bar de la misma casa rural a tomar un vino y a escribir un rato. Está lleno de peregrinos cenando. Nosotros tomamos algo ligero y nos acostamos pronto.

Mañana, Galicia, Esto se acaba.

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