sábado, 5 de mayo de 2007

NO ES LO MISMO LLEGAR ANDANDO

ETAPA 2. LARRASOAÑA-PAMPLONA

Larrasoaña – Akerreta – Zuriain – Zabaldika – Trinidad de Arre – Villava - Burlada – Pamplona

31 de marzo. 15,9 km.

Quedan: 719,7 km.

El pronosticado buen día amanece con chuzos de punta, truenos y centellas. No cabe duda, valgo para hombre del tiempo.

Sangalo nos tiene listo el desayuno, allí está Paco, medroso, viendo llover, a la gente del Sur le fastidia muchísimo la lluvia, con lo tonificante que resulta, está contrariado, se pone su capa color naranja chillón y dice que se va a Cizur por carretera, que no quiere más barro, nos emplazamos para cenar en Puente La Reina mañana por la noche, nosotros hoy nos quedamos en Pamplona. “Hasta mañana”, nos dice, “hasta siempre Paco”, contestamos a coro Pilar y yo, intuyendo con desazón que no lo volveríamos a ver, al menos en este Camino, él parece saberlo, hay despedida en sus ojos, afecto infinito en su abrazo, ¿adónde fuiste, Paco?, pasaron los días y te buscamos al final de cada etapa, entramos en los bares, preguntamos por ti en albergues y hostales, pero nada, al tercer día te perdimos la pista, queremos que sea un “hasta luego”, primer compañero, amigo peregrino, hemos compartido contigo los primeros metros del Camino, el primer vino, la primera cena, las primeras emociones, las primeras lágrimas...

Llueve mucho, terminamos de desayunar un punto tristes por la sensación de separación indeseada producida tras la marcha de Paco, Sangalo lo aprecia, no nos dice nada pero nos mira con cariño de abuelo; mira Sangalo hacia la calle, entra el australiano, entra la mallorquina, viene la pobre ya cansada, allí los dejamos desayunando; nosotros, capa en ristre y a andar, no rechazamos a nadie pero queremos ir solos, sin otra compañía que la de la naturaleza, que la del el río Arga, abundantísimo, apenas dando cauce a la nieve que más arriba se deshace demasiado rápido, en algunos tramos el río está a punto de desbordarse, ese agua que ahora pasa es la nieve que pisamos ayer en Roncesvalles; a la izquierda, vegetación profunda, un muro vegetal de helechos y zarzas devora los árboles, hayas y coníferas cubiertos de hiedra, flecha, adelante, flecha, derecha, flecha izquierda, flecha, flecha, flecha, agua en la bruma, agua en la lluvia y mucha, mucha agua en el Arga, tanta agua es mucha vida, mucha hermosura y más paz, tanta que no nos creemos que la naturaleza sea capaz ella sola de hacer todo esto.

Hemos visto a Paco a lo lejos, por la carretera, sabemos que es él por el fulgor de su impermeable, muy apropiado para caminar por los arcenes en días brumosos como estos, deprisa, deprisa, tiene prisa, definitivamente.

Las flechas nos alejan del río, qué lástima, es lo que toca, y allí está la malagueña, la vimos en la misa del peregrino, menuda, pizpireta y curiosa, ahora camina despacio, con un macuto literalmente más grande que ella, una bolsa de carrefour en la mano izquierda y un paraguas abierto en la derecha, además de la capa de agua y un gorro de lluvia de barbour, nos saludamos, continuamos, aprieta el paso para alcanzarnos, quiere un palique que no estamos en condiciones de proporcionar, se queda atrás.

A los pocos metros cruzamos la nacional camino de una poco empinada ascensión, descansamos y almorzamos antes de empezar a subir, y la malagueña no pasa, ¿se habrá partido por la mitad? Atrás la vemos, enfilando la carretera, camino de Pamplona.

Esta etapa es corta, pero acusamos el cansancio, la paliza de ayer, sobre todo Pilar, menos entrenada, paramos a menudo, las veces que haga falta, cada pendiente se le antoja el Himalaya, despacito llegamos a Trinidad de Arre, de nuevo el Arga, de nuevo un puente medieval para el Camino, excepcional, con la Basílica a sus pies, donde se enclava el refugio de peregrinos.

Despacito seguimos por Villava, busco a Induráin, pero no lo veo, ya no dejaremos calles y carreteras hasta el final de la etapa, pero aún queda un buen paseo, no hay prisa, vamos llenos de barro, otra vez el barro, un paisano que se cruza con nosotros nos desea “buen Camino”, qué ilusión, es la primera vez que lo oímos, nos anima, aligera nuestros pies, andamos un poquito más felices, Burlada llega y buscamos un bar para tomar un refresco, el primero que vemos, pues adentro, es una herriko taberna cuyo aire densificado por el humo del hachís relaja a todo el que entra, dos cañas, unas fotos y a seguir, con risa floja de porreros, despacito, Pamplona esta ahí, Portal de Francia, Navarrería, despacito, Pilar agotada, ya estamos en el hotel, el mismo de nuestra llegada hace dos días.

Le sorprende a la chica de la recepción volver a vernos, esta vez venimos andando, nuestro aspecto es bastante más lamentable que la última vez que estuvimos aquí, nos acribilla a preguntas mientras nos acompaña a la habitación. Relajada ducha y a comer, ya es tarde, apenas unos pinchos antes de subir a descansar, masaje en los pies, masaje en las piernas, todo huele a alcohol de romero, es un aroma que me llevo a los sueños de mi siesta.

Damos un paseo por Pamplona, otra vez, ¡qué bonita, Pamplona!, cenamos, también, unos pinchos. A las 21,30, durmiendo.

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